
Simple. No hay otra definición para su sonrisa blanca y noble. Excelente expresión de la infinita gloria que da la felicidad. Regálame mas de esas porciones de postre fino, de ese “Tiramisu de limón”. Prometo seguirlas pagando con mentiras escritas inspiradas en ti.
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-Bien, ahora sopla. Que le sople¡¡ que le sople¡¡¡
La rebelión de personalidades patéticas de Fabiola se contrarrestaba muy bien con los jeans que llevaba esa tarde.
Salimos a caminar por el parque, celebrando mi cumpleaños. Saco un pequeño pastel mini de una cajita con un leoncito tatuado.
¡¡¡FELIZ CUMPLE¡¡¡ decía el estúpido león con un gorrito de fiesta infantil.
-Gracias Faby no te hubieras molestado en verdad-. Fabiola era una amiga desde hace tiempo, fue la primera persona que conocí en la ciudad, su personalidad altanera y su gran fama de chica de pocas palabras para cuestiones del amor, hacían q dudara de sus intenciones de celebrar mi cumpleaños, aunque sinceramente agradecía su detalle, este podía ser un cumpleaños diferente.
-Amm. Cierra los ojos y pide un deseo.-dijo muy coqueta la chica.
Las flamas de las velas parecían temblar temerosas de ser fulminadas por mi aliento crudo.
Las flamas de las velas parecían temblar temerosas de ser fulminadas por mi aliento crudo.
-ok. Aquí voy.- dije satisfecho. Cerré los ojos y comencé a pensar en mi deseo.
Era la oportunidad que siempre había esperado, tenía frente a mi la posibilidad de cambiar el mundo si lo quisiera, de pedir la Gibson Les Paul que siempre he querido, quizás ver a mamá también sería un buen deseo, pensé en Leonardo mi vecino, su padre estaba muy enfermo, pensé en pedir salud para el . Las curvas de Fabiola me concedían esa tarde la facultad de manipular lo que yo quisiera, de convertirme en un Dios.
Apenas mis parpados se habían adherido cuando sentí un tibio aliento cerca de mi boca. Unos suaves labios comenzaron a jugar con los míos. No pude resistirme a ese sabor tan dulce de esa persona tan agria. La chica me abrazo tan fuerte a ella, tan juntos, que hasta sentía los latidos de su corazón revoloteando sobre mi pecho. Sus manos comenzaron a jugar rápidamente con el botón de mi pantalón. Yo no podía ni siquiera abrir los ojos. Mis manos temerosas hicieron lo propio con su blusa. Sentí esa rasposa sensación del césped del jardín del parque. Parecíamos perros rabiosos. La violencia de nuestros cuerpos y de nuestros besos subía de intensidad. Su suave piel blanca mordía la mía invitándola a celebrar juntas los últimos 24 veinticincos de octubre. Los gemidos que emitía su voz fumadora excitaba “mis ganas de tener ganas” como dice Sabina. La piel de su estomago chocaba con la del mío, sujetándose a una aventura sin remordimientos, solo las vísperas de la pasión se podían respirar en ese ambiente de amor barato. Su cadera sacudía mi cintura, nunca me había sentido tan poseído por el encanto de algún cuerpo femenino, y mis ojos, q decir de mis ojos que no dejaban de ver esas diminutas prendas color rosa.
Su tan delicado perfume me hizo recordar que tenía que apagar las velitas del pastel que tan celosamente cuidaba ese león enfurecido.
Al abrir los ojos Fabiola estaba frente a mí, con los brazos cruzados y no dejaba de mirar mi cara con los ojos apretados.
Mi fantasía se había convertido en deseo. A veces me da miedo el kilometro de distancia entre mi mente y yo.
-¡¡Bravo¡¡¡ feliz cumpleaños Lalo.- Me abrazo.- Bien ¿Cual fue tu deseo?-
-No te lo diré, es un secreto.- El sudor comenzó a correr por mi frente.
-¿Crees que se te haga realidad? Me pregunto.
-No lo sé. Realmente, espero que si…-
Osoario…Saludos¡¡¡¡¡

