
Esta noche trato de escribir con un millón de estúpidas palabras forzadas. Palabras que ya he dicho y otras cuantas, mas estúpidas, que estoy por decir.
El cansancio acumulado de tres noches sin dormir por el exceso de trabajo y por el exceso de nicotina, es el argumento exacto de mi cara larga, aunque en realidad es por un sueño que tuve mientras trate de dormir en un efímero diminuto momento de la madrugada.
“Anoche tuve un sueño, soñé que todo había sido un sueño”
Soñé que estaba contigo tomándote de las manos como cuando me enseñaste a bailar. Tu mirada inerte, fija y transparente trataba de descifrar el mensaje oculto de mi nublada y ojerosa vista.
Me arropaste en tu regazo como cual madre hace con su hijo y yo solo me deje llevar por lo tibio de tus caricias y por el tacto de tus manos frías. Aquella mancha roja en el dedo índice merodeaba mi cara y pintaba figuras amorfas en mi mejilla.
“Anoche tuve un sueño, soñé que todo había sido un sueño”
Que tal como hace tiempo, pasábamos a la sala a sorber café, con tu madre orgullosa de ti y tu padre resignado de mí. Después de la optimista charla obligada salimos a besarnos bajo la farola en la acera de tu casa. Aquel lugar que muy pronto se convirtió en nuestra trinchera, en nuestro bunker de batalla. Donde las tardes se despedían cuando se escondían tras dos enormes cerros al horizonte, empapados de nubes rojas. Aquel atardecer teñido de sangre inspiraba a tus vecinos a darme una paliza.
…llegó la hora de irme, y tu estas del otro lado de la reja. Mi mano te dice adiós pero no se quiere ir, tu cintura la enamoro una vez más, igual como cuando toco la dorada textura de tu pelo…
Caray… sonó el despertador.
“Anoche tuve un sueño, soñé que todo había sido un sueño… un mal sueño…”
Klaudes...