Un lindo día era aquel. El sol abrazaba todos los corazones que estaban bajo su caluroso yugo. Me paré de la silla en la que por mucho tiempo me senté a ver como se pasaba de largo el tiempo. Le di el último sorbo a mi botella de melancolía y en mi hombro derecho me colgué mi guitarra desafinada y en el izquierdo una mochila con millones de sueños que ya estaban pudriéndose de ser casi olvidados. Y comencé a andar. Sin rumbo fijo, solo con la única intención de esta vez sí ser feliz.
Luego. Decidí cambiar mis canicas por botas de charro. Y fui a parar en la barra de la cantina que ya había olvidado, esa que se llama ESPERANZA. Me sirvieron una copa de suerte y salí nuevamente a reencontrarme con mi destino.
Y caí en la razón de que al final de cuentas todos los recuerdos valen madre. Nunca regresaran los tiempos vividos, nunca estarán de vuelta las numerosas borracheras con la palomilla, y aunque mis besos sean novios de sus besos… nunca jamás volverán a verse.
Y ya para acabar pronto y sin hacerle tanto a la mamada, lo único que en verdad importa es vivir, no hay nada mejor que encontrarme con el pinche espejo y darle las gracias por las ojeras tan negras que la noche me ha regalado, darle gracias a mis pulmones por no fallarme y dejarme gozar el alma de este cigarro que estoy a punto de matar. Vivir es lo único que ahora me importa.
Disfrutar todo: el día, la noche, los besos, los madrazos, la felicidad, el dolor, la cerveza, el tequila flaquito de las mañanas, los amigos, la familia, los pantalones ajustados, los escotes pronunciados… y una larga lista de etcéteras que voy a disfrutar.
Y si un día de estos te acuerdas de mí, échame tus bendiciones, que suerte es lo que necesito, que suerte es lo que me espera…
No hay palabras más exactas para demostrar mi renovación de cartilla.
Esta solitaria noche lluviosa me dio por meterme en la locura de mi alma, entre estas cuatro paredes testigos de mis sueños. Con un six helado y unos Malboro a la mitad. Brindando con José Alfredo, Javier, Vicente y muchos más:
¡Cantándole a la vida y brindando con la muerte, acariciando mi alegría, machucándome la suerte!
Nada me asusta más, que pensar en sentarme a ver nuevamente como se me pasa el tiempo de largo. Hoy me siento vivo, más vivo que nunca, con el único anhelo de escribir hasta que se cansen mis manos, con el anhelo de tomar hasta que me pierda de borracho, de llorar hasta que me salgan lágrimas rojas… y de amar… y de amar… hasta que sea amado…
Salu´ raza!
Klaudes.