
A donde quedo esa sonrisa con la que me desperté hace un mes… quien sabe. Últimamente me siento muy desorbitado. Tomé mi mochila y la colgué en mi hombro, abrí la puerta y comencé a caminar sin un rumbo fijo. No pude encontrar mejor soundtrack a mí bella tarde más que:
“que tengas suertecita, que te conceda la vida, cada día, lo que mereces”
Saque un cigarrillo y me pregunté: ¿por qué en todos mis escritos deben estar incluidos los malditos tabiros, como se les llama en el bajo mundo de los normales?
Tome asiento en la primera parada del bus que encontré, pero no esperaba ningún camión, solo se me antojo ese lugar para descansar y mirar los coches pasar.
En mi mochila no había otra cosa más que una libreta con miles de sueños embarrados de una tinta extraña que noche con noche se derrocha bajo una bocanada de humo, un bolígrafo bic que está enamorado de mi y una caja medio llena o medio vacía de cigarros camel…
Los cigarros suelen ser buena compañía cuando las tardes son frías. Ellos nunca piden ser comprendidos, es más, ni siquiera sienten nada. Solo les importa su vida entre su colilla y la boca del fumador. Su suerte es fugaz, solo unos minutos les bastan para matar y ser matados y cuando su agonía comienza a surgir, cuando el color blanco de su cuerpo comienza a terminarse, siento calor en mi dedo índice, como si estuviera a punto de jalar un gatillo, aunque en realidad el gatillo lo está jalando el…
Comence a pensar que debería de dejar de hacer tantas tonterías. Entre esas tonterías esta dejar de fumar, y también, dejar de caminar sin destino. Los grafitis de la parada del bus creo que me quieren comer… mejor me voy a casa.
klaudes...Saludos.
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